La vida comunitaria nos lleva a vivir unánimes teniendo una sola alma y un solo corazón hacia Dios (Regla de S. Agustín 1,3). Para lograr este ideal San Agustín nos propone el estilo de vida de las primeras comunidades cristianas que tenían un solo corazón y una sola alma y nadie llamaba suyo a sus bienes, sino que todo lo tenían en común.
(Cf. Hech.4, 32)