No nos pueden quitar la vida porque ya la hemos dado


Las hermanas Caridad Álvarez Martín y Esther Paniagua Alonso fueron tiroteadas a la salida de su convento cuando se dirigían a la capilla donde habitualmente participaban en la celebración de la Eucaristía.

Desde la embajada se les había insistido en que dejaran el país debido al recrudecimiento de la violencia, pero tras un discernimiento, las religiosas decidieron continuar en él y no abandonar las obras de caridad que allí dirigían.

Las religiosas, sin embargo, sí atendieron los consejos de seguridad que se les proporcionó. Por eso, aquella tarde del Domund de 1994, decidieron salir en parejas, «como recomienda la embajada», hacia la capilla donde participarían en la Santa Misa.

«Ellas salieron primero. Cuando ya estábamos a escasamente 100 metros (…) oímos dos disparos. Yo me quedé sobresaltada (…). Nos sorprendió que la gente desde las terrazas nos decía: “hermanas, regresen a casa” (…). Cuando entramos, solo oímos llorar y dos nombres: Cari y Esther», recuerda la superiora de la Provincia San Agustín, María Jesús Rodríguez, en un documental preparado para dar a conocer el martirio de Cari y Esther.

Las religiosas fueron abatidas a las puertas de la casa de las Hermanas de Foucault, donde iban a participar en la Misa. Hoy todavía se conservan en la puerta los agujeros que provocaron los disparos. De esta forma, Cari y Esther, «que habían decidido no salir de Argel para no abandonar la vida de los más pobres, terminaron comprometiendo su propia vida».

En la actualidad, su testimonio de entrega ha dado la vuelta al mundo y tiene una gran importancia para la familia agustiniana. «Supone que dos hermanas, viviendo nuestra espiritualidad, han llegado a ser beatas», explica Alejandro Moral, prior general de la Orden de San Agustín.

Las dos agustinas misioneras serán beatificadas el próximo 8 de diciembre junto a otros 17 mártires asesinados en Argelia entre 1994 y 1996.



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