DOMINGO DE PASCUA EN LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
Lectura: Mt 28, 1-10
Reflexión:
Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana (Mt 28,1). El relato evangélico cuenta que, allí mismo, las mujeres que seguían a Jesús recibieron la gran noticia: Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis. (Mt 28, 5b). Sin embargo, no es suficiente que ellas conocieran este acontecimiento. También es necesario que todos los discípulos lo sepan: No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán (Mt 28, 10). Jesús el Nazareno HA RESUCITADO.
Ninguna de las palabras del Evangelio deja de cumplirse. También nosotros, discípulos suyos, hemos de verle. Lo que Él ha dicho ha de realizarse en nuestras vidas: lo veréis.
Así, pues, nosotros estamos llamados a ver al Señor resucitado. El discípulo no puede quedarse en el viernes santo, donde todo parecía que había terminado. No es gran cosa creer que Cristo murió —dice san Agustín—; porque esto también lo creen los paganos y judíos: todos creen que murió. La fe de los cristianos es la resurrección de Cristo; esto es lo que tenemos por el mayor suceso: creer que resucitó (Coment. sobre el Salmo CXX: PL 37, 1596).
La posibilidad de ver a Jesucristo está en encontrarse con Él y reconocerlo. Este encuentro solo sucede en y por la fe. Cristo vive. Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado sobre la muerte, ha derrotado al mal y al pecado. En su resurrección el Señor ilumina y da sentido al dolor y al sufrimiento; y pone, en la angustia y la desesperación humana, esperanza, consuelo, comprensión, amor.
El tiempo de la resurrección, tiempo de Pascua, es expresión de alegría que no comienza y acaba en un determinado periodo del año, sino que invade siempre el corazón del cristiano. Cristo vive. No en un tiempo pasado, al que nosotros no estamos vinculados. Jesús, el Señor, vive, ayer, hoy y siempre. Él es Dios con nosotros. Su resurrección nos revela que Dios no abandona al ser humano, sino que está siempre junto a él.
Oración:
Oh, Dios, que, en este día, vencida la muerte, nos has abierto las puertas de la eternidad por medio de Jesucristo, concede, a quienes celebramos la solemnidad de la resurrección del Señor que, renovados por tu Espíritu, resucitemos a la luz de la vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Al llegar al último día de esta Semana Santa tan diferente, que este año 2020 nos ha tocado vivir; en este domingo de Pascua tan distinto, resuena ese canto de victoria que nos anuncia un nuevo amanecer: ¡Aleluya! Esta expresión de júbilo, de triunfo, de vida nos dice a todos: el Padre (Dios) está aquí, y él que no ha dejado a su Hijo en las sombras de la muerte, tampoco nos deja a nosotros. ¡Aleluya! significa que, aunque las lágrimas del dolor, la soledad, la angustia, la separación y la tristeza hayan asomado en nuestros ojos, Dios nos dice a todos y a cada uno: Abbá (padre-papa), está a tu lado y siempre lo estará.