¿Una Navidad diferente?


¿Quizá esta Navidad sea más parecida a la que se vivió hace 2.021 años en una pequeña aldea llamada Belén?
¿Quizá mucha gente no tenga un lugar donde refugiarse como María y José?
¿Quizá los amigos y conocidos de la pareja estaban distantes y alejados de su realidad más preocupante al igual que nos pasa ahora?

¿Es posible que los poderosos actuales sigan viviendo desde el lujo como lo hacía Herodes y su séquito?
¿Es posible que muchos aprovechen esta pandemia para instaurar sus ideas y propósitos como lo hicieron los gobernantes de la época?
¿Es posible que un niño esté asustado y confuso ante la pandemia tal cómo los niños inocentes estaban asustados por la masacre de la ley del más fuerte?

¿No está hoy el cielo más brillante destellando la luz de las estrellas?
¿No estamos hoy más próximos al misterio de la vida y de la muerte
por un virus desconocido que tiene al mundo en vilo?
¿No valoramos hoy más un abrazo y un beso de aquellos a los que queremos?

Sí, es una Navidad diferente pero quizá sea una Navidad más auténtica,
Una navidad que se vive desde dentro, desde la renuncia y desde el amor pleno.
Es una Navidad cargada de sentimientos, de sentimientos reales que no tienen nada que ver con las compras, turrones, regalos y obsequios a los que nos ha acostumbrado la sociedad de consumo.
Es una Navidad que invita a pensar más en el otro que en nosotros mismos.

Yo tengo que cuidarme para poder cuidar a los demás.
Yo tengo que renunciar para que el otro esté a salvo.
Yo tengo que ser fuerte para levantar al caído.
Yo tengo que darme por entero para que la vida sea más sencilla.

Tenemos que aceptar el momento, nada fácil, que como María y José tuvieron que afrontar con la llegada del Hijo de Dios ante un gobierno hostil que no reconocería al Rey de reyes.
Vivamos desde la fe, desde la esperanza de que Dios vuelve a nacer en nuestra vida, desde la certeza de que esta lucha contra el virus y sus terribles consecuencias, nos hablan de entrega y donación, esperanza, paciencia y compasión.

Rescatemos la caja del belén guardada en el trastero,
montemos un belén de verdad, real, sincero y adoremos a ese niño
que nace una vez más para llegar a cada uno de nosotros.
Tomemos cada una de las piezas que lo forman, pastores, reyes, lavanderas, granjeros…
y resaltemos la figura de María, José y Jesús con unos ángeles que anuncien bien alto:
«Hoy, en la ciudad de Belén, os ha nacido un salvador»



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